Mari Carmen Morales, directora de Calidad y Sostenibilidad en Anecoop, destaca la oportunidad que ofrecen la tecnología y la innovación para avanzar en una gestión más eficiente de los recursos hídricos. Además, defiende la importancia de la normativa, pero insiste en la necesidad de que sea comprensible y adaptable a la realidad del productor.
P: El agua es un recurso esencial para la vida y para el sector agroalimentario, especialmente en un contexto en el que el cambio climático y su gestión ineficiente pueden acelerar la escasez de este recurso natural. ¿Qué oportunidades trae esta Estrategia Europea de Resiliencia Hídrica para las cooperativas y empresas agroalimentarias?
R: España tiene problemas de falta de agua o de mala calidad de agua. También los tiene todo el sur de Europa, y ya están llegando también al norte de Europa. Está extendiéndose. El efecto que está teniendo el cambio climático es clarísimo. Pero hay una oportunidad enorme de utilizar tecnología e innovación para hacer más eficiente el uso del agua. De hecho, estamos en proyectos que ya son una realidad en los que se demuestra esa eficiencia. Y eso también da rentabilidad.
¿Por qué? Porque el agua te cuesta menos. Por ejemplo, con la utilización de sensores. Nuestro equipo técnico comprueba a nivel I+D cuál es la mejor opción para ofrecer esa información a nuestros socios. En un año pasas de tener la prueba piloto a tenerlo implantado en el 50% de los productores de la cooperativa. Eso en cultivo de invernadero. En aire libre es un poquito más complicado, pero estamos en ello. Y hay un ahorro directo de costes, porque usas menos agua, usas menos fertilizantes y el agricultor saca más rentabilidad. Tiene que asumir el coste del sensor, pero en un año o dos lo tiene más que amortizado.
Nosotros, desde Anecoop, apoyamos técnica y financieramente a nuestros socios, pero es que la cooperativa también apoya al agricultor. Además, hay acceso a subvenciones. La PAC ofrece opciones de financiación muy interesantes. Es una clarísima oportunidad. Sí, tenemos un problema con el agua, y sí, hay muchas soluciones para poder minimizar ese impacto y poder gestionar de una forma más coherente ese recurso escaso.
P: La sostenibilidad en el mundo empresarial, y en el agroalimentario en particular, muchas veces se percibe como una obligación o una imposición, en lugar de una oportunidad. ¿Cómo podemos cambiar esa percepción negativa y poner en valor todo el potencial que tiene la sostenibilidad?
R: Primero voy a romper una lanza a favor de la normativa, porque sí, una normativa es una obligación. Pero si no existieran estas obligaciones, seguramente nos acomodaríamos y no actuaríamos. Tendrías que estar muy convencido y ser un líder nato para impulsar esto tú solo. Claro, eso a nivel mundial es inviable. Aunque siempre puede haber honrosas excepciones de magníficos líderes que realmente impulsen. Pero la realidad es que para alinear a la gente y para que se desarrollen acciones tiene que existir una normativa que te obligue.
Otra cosa es que esa normativa sea incomprensible, tenga un exceso de burocracia, que no sepan transmitirla, que por supuesto no se controle si se cumple o no se cumple, todas esas son las partes negativas. ¿Qué ocurre? La sociedad, el mercado e, incluso, las instituciones que al final desarrollan estas normativas oficiales, han tenido un sesgo muy importante al pensar que la sostenibilidad es solo medioambiental.
Eso ha puesto en contra a la producción, porque nadie les ha explicado bien la situación, solo les han tratado de, vamos a decir, “terroristas medioambientales”, que los hay también, tenemos que decirlo, en el sector agroalimentario y en todos los sectores.
Pero per se la agricultura o la producción primaria no hacen las cosas mal porque quieran hacer las cosas mal, es que a lo mejor nadie les ha explicado cómo pueden hacerlo mejor. Y el primer interesado en hacerlo mejor es el agricultor, el productor o el ganadero, porque es su vida, es su negocio. Y, si no se adapta, desaparecerá. Por eso hay que ayudarles a entender mejor esas normativas y acompañarles. La imposición es necesaria, en parte, pero hay que hacerla comprensible, hay que traducirla un poco, hay que saber explicarla y capacitar.
P: El marco normativo europeo está evolucionando muy rápidamente, hay que cumplir con las normativas y adaptarse a ellas y al mercado, aunque quizá el mercado vaya un pelín más lento…
R: No te creas. Hay mercados con requerimientos que todavía no están legislados. Antes de que se legislara la obligación legal de medir huella de carbono, ya había clientes que la pedían, o por lo menos, estaban interesados en saber si la calculabas o no. El mercado, a veces, va más rápido que la legislación.
P: Pues en este sentido, dado que las exigencias no solo vienen de Europa, sino también son cada vez más comunes por los consumidores y por el mercado, ¿cómo puede el sector adaptarse y convertirlas en una ventaja competitiva?
R: La normativa tiene que ser lo más entendible y coordinada posible. Hay distintos estamentos que están legislando cosas que tienen conexión, pero no se están coordinando entre ellos, y puede haber burocracias repetidas para cumplir con dos normas diferentes que son paralelas, pero tienen tiempos distintos a la hora de aprobarse. Le complican la vida a los que tienen que cumplirla.
Sí que es verdad que la Unión Europea, con el paquete ómnibus, parece que lo ha entendido y que está haciendo un esfuerzo para mejora esa coordinación. Con lo cual, muy bien, ¡un punto positivo les vamos a dar!
Por otra parte, estas normativas te preparan. Si no hay una obligación legal de verdad, o de un mercado al que quieres acceder y necesitas cumplir con determinadas exigencias, entonces la gente no es proactiva para hacerlo, pero es mejor adelantarse.
Nosotros, hace muchos años, establecimos una normativa interna para unificar cómo producían nuestros agricultores de cara a todos los mercados en Europa, porque la legislación en esos mercados era distinta en cada país.
Hicimos una normativa común, o un denominador común, trabajando con los técnicos de nuestras cooperativas, para poder cumplir con todos los mercados de destino.
Nos adelantamos, y eso nos preparó para poder acceder muy rápido a la norma privada de EurepGAP en aquel momento, que luego fue GLOBALG.A.P.
Si no hubiéramos hecho ese trabajo previo, hubiera sido más difícil y complicado poder cumplir con la certificación de GLOBALG.A.P. en aquel momento. Y nuestros agricultores y cooperativas, en un año, pudieron hacerlo. De hecho, fuimos la primera norma privada de productores homologada por GLOBALG.A.P.
Ahora estamos haciendo lo mismo. Han nacido, y siguen naciendo, normas de sostenibilidad en todos los aspectos. También está la diligencia debida, no se trata solo la parte ambiental, está también el pilar de gobernanza y el socioeconómico. Nosotros estamos preparándonos para eso. Por ser cooperativa ya teníamos una parte ganada, la social, pero no se estaba visibilizando.
Entonces, ¿cómo están nuestros socios?, ¿cómo están nuestros agricultores? Nosotros tenemos que saber cómo están y tenemos que ayudarlos a alinearse con todo lo que viene. Cuanto más les ayudemos, y mejor lo estructuremos de forma que cumplamos con su realidad, con la realidad del agricultor, estaremos mucho mejor preparados.
Pongo un ejemplo. Uno de nuestros socios, gracias a haber hecho el trabajo previo del Observatorio, ha podido obtener de forma muy rápida una certificación que le hacía falta para un mercado específico. A quien no le haga falta, pues ya está preparado para lo que venga.