La campaña citrícola 2025/26 en la cuenca mediterránea arranca bajo un denominador común: la producción será menor que en el ejercicio anterior. Así lo indican las primeras estimaciones de organismos y asociaciones agrarias de España, Italia, Marruecos, Turquía, Egipto y Grecia. Una tendencia que, aunque con matices según cada país, vuelve a situar a la citricultura frente a un escenario de ajuste estructural en el que los factores climáticos, la gestión del agua y la evolución de los mercados juegan un papel decisivo.
Turquía: el líder regional, en retroceso
Turquía mantiene el liderazgo productivo en cítricos dentro del arco mediterráneo. Sin embargo, las heladas de abril —en plena floración— han dejado una huella profunda. Las previsiones apuntan a una caída de entre el 20% y el 40% en todas sus variedades, lo que limitará su capacidad exportadora en la próxima campaña. Este descenso confirma hasta qué punto la volatilidad climática condiciona la competitividad de los países productores, incluso cuando disponen de grandes superficies y altos niveles de mecanización.
Egipto: ligera recuperación con incertidumbre
Egipto anticipa un aumento de entre el 10% y el 15% respecto a la campaña pasada, aunque aún lejos de sus cifras habituales. La incógnita está en cómo afectará el creciente peso de la industria de zumo concentrado. El auge de nuevas plantas procesadoras ha comenzado a redirigir parte de la fruta destinada al mercado en fresco hacia la transformación. Aunque la recuperación de la cosecha brasileña ha presionado a la baja los precios del zumo, los equilibrios internos en Egipto podrían alterar los flujos comerciales en los próximos meses.
Marruecos: menos cítricos y presión hídrica
Marruecos afronta la campaña con perspectivas descendentes. A la lógica de una menor producción tras la abundante cosecha del año anterior se suma el impacto de la sequía, que limita la capacidad de los árboles para mantener los niveles de floración. Un ejemplo claro es la variedad Nadorcott, que en 2024 alcanzó un récord histórico con 330.000 toneladas exportadas y que este año verá inevitablemente reducida su presencia en los mercados internacionales.
Grecia e Italia: estabilidad relativa
En Grecia no se esperan grandes cambios, aunque se observan contrastes regionales: mientras en Argólida habrá algo más de fruta que el año pasado, en Laconia se prevé un descenso. Italia, por su parte, se mantiene en cifras similares a las de 2024. Los productores italianos anticipan menos piezas por árbol pero calibres más grandes, lo que podría mejorar la calidad comercial aunque no compense del todo la pérdida de volumen.
España: por debajo de los seis millones de toneladas
En España, la principal novedad es la confirmación de que por cuarto año consecutivo la producción citrícola se situará por debajo de los 6 millones de toneladas, con estimaciones que rondan los 5,5 millones. Un dato que devuelve al sector a niveles de los años noventa y que refleja la transformación silenciosa vivida en la última década.
Aunque la superficie total de cítricos en España se mantiene estable en torno a las 300.000 hectáreas, el mapa productivo ha cambiado. La Comunidad Valenciana ha perdido cerca de 35.000 hectáreas, principalmente pequeñas parcelas, mientras que Andalucía y la Región de Murcia han experimentado un crecimiento en explotaciones de mayor tamaño, más mecanizadas y orientadas a la exportación.
Por familias de cítricos, el descenso afecta especialmente a naranjas y mandarinas, mientras que el limón mantiene una tendencia creciente, con un peso cada vez mayor en Murcia y en la Vega Baja alicantina.
Expectativas regionales en España
- Andalucía: menos piezas en los árboles debido a lluvias primaverales coincidentes con la floración.
- Murcia: descensos significativos en limón. La previsión para la variedad Fino se sitúa por debajo de las 800.000 toneladas (840.000 en 2024), y la Verna podría caer más de un 30%.
- Valencia: situación heterogénea, con daños puntuales por tormentas en Camp del Túria y Camp de Morvedre.
- Castellón: escenario complicado. La zona, ya castigada por la reducción de superficie, ha sufrido tormentas con granizo que afectaron a unas 8.000 hectáreas.
La Unió Llauradora estima una cosecha de 2,68 millones de toneladas en la Comunitat Valenciana, un 3% menos que en la campaña anterior.
Sostenibilidad y competitividad: los grandes retos
El descenso de la producción no puede analizarse solo en términos coyunturales. Las cifras apuntan a un proceso estructural de transformación en la citricultura mediterránea:
- Impacto climático: sequías, heladas y tormentas cada vez más frecuentes.
- Cambio de modelo productivo: desaparición de explotaciones pequeñas y concentración en fincas más grandes y mecanizadas.
- Diversificación varietal: auge del limón en España frente al estancamiento de la naranja y la pérdida de ciertas mandarinas tradicionales.
- Mercados globales inestables: competencia creciente de países terceros y oscilaciones en los precios del zumo concentrado.
En este escenario, la sostenibilidad se convierte en un factor estratégico. No se trata solo de cumplir con la normativa europea —cada vez más exigente en materia de huella de carbono, uso de agua o trazabilidad—, sino de utilizar los datos como una herramienta de comunicación y reputación.
El papel de la medición y la certificación
Medir de manera rigurosa el impacto ambiental de la producción citrícola, y certificarlo con una tercera parte independiente, es una oportunidad para las cooperativas y empresas del sector. Los cultivos de cítricos, al igual que otros frutales, tienen capacidad de absorber carbono y contribuir a la mitigación del cambio climático.
Poner en valor estos datos, a través de informes de sostenibilidad, auditorías externas y comunicación transparente, refuerza la competitividad de la citricultura mediterránea en mercados donde los consumidores y distribuidores valoran cada vez más la responsabilidad ambiental.
Menos fruta, más necesidad de estrategia
La campaña citrícola 2025/26 en el Mediterráneo estará marcada por una producción global más baja, con descensos en Turquía, Marruecos y España, estabilidad en Grecia e Italia y una ligera recuperación en Egipto. En conjunto, la región tendrá menos cítricos que en 2024, lo que refuerza la necesidad de gestionar la producción desde una visión estratégica, sostenible y orientada a la competitividad internacional.
El sector se enfrenta a un doble desafío: adaptarse al cambio climático y aprovechar la sostenibilidad como herramienta de diferenciación. En este camino, la medición y la certificación de impactos ambientales no son un requisito burocrático, sino una palanca de futuro para asegurar que los cítricos mediterráneos sigan siendo sinónimo de calidad, responsabilidad y liderazgo global.