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La agricultura ha sido históricamente el motor del desarrollo humano. Hoy, en pleno siglo XXI, sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la economía global, representando más de 3.800 billones de dólares anuales y siendo clave para la seguridad alimentaria de millones de personas. Sin embargo, el modelo productivo que nos ha traído hasta aquí ya no es viable.

La agricultura convencional, intensiva en insumos químicos, uso de agua y combustibles fósiles, ha contribuido significativamente a la degradación del suelo, pérdida de biodiversidad, contaminación de aguas y emisiones de gases de efecto invernadero. En paralelo, más de 700 millones de personas siguen pasando hambre. Esta paradoja pone sobre la mesa una urgencia clara: transformar el modelo hacia una agricultura sostenible.

¿Qué entendemos por agricultura sostenible?

La agricultura sostenible no es una moda ni una etiqueta. Es un modelo de producción agroalimentaria que busca mantener su viabilidad en el tiempo, integrando tres dimensiones clave:

  • Económica: debe ser rentable y garantizar medios de vida dignos para quienes la practican.
  • Social: debe generar beneficios para las comunidades, fomentar el empleo local, el relevo generacional y unas condiciones laborales justas.
  • Ambiental: debe preservar los recursos naturales, proteger la biodiversidad y mitigar el impacto del cambio climático.

Una práctica agrícola que no atienda a estas tres dimensiones de forma equilibrada no puede considerarse sostenible.

Innovación, eficiencia y regeneración: claves del cambio

Hoy contamos con herramientas para hacer posible esta transición hacia un modelo agrario más sostenible, inteligente y resiliente. La innovación tecnológica ha dejado de ser una promesa futura para convertirse en una realidad concreta en muchos territorios. La digitalización del campo permite monitorizar en tiempo real variables críticas como la humedad del suelo, el estado físico-químico de los cultivos o las previsiones meteorológicas, facilitando una toma de decisiones más precisa y eficiente.

El control biológico de plagas ha reducido la dependencia de fitosanitarios químicos, mejorando la salud del ecosistema y generando beneficios económicos y de imagen para las explotaciones. El riego por goteo, especialmente en zonas de escasez hídrica, ha revolucionado el uso del agua en la agricultura, permitiendo ahorros de hasta un 90 % respecto a sistemas tradicionales. La recuperación de suelos agotados mediante rotaciones, cubiertas vegetales y abonos orgánicos está mejorando la fertilidad natural y la biodiversidad edáfica.

También destaca el avance en mecanización sostenible, con tractores eléctricos, drones aplicadores y sensores IoT que optimizan el uso de insumos. A esto se suma la aparición de nuevas formas de producción como los cultivos verticales o los invernaderos inteligentes, que abren el camino a una agricultura más eficiente en recursos y espacio.

Ejemplos como la aplicación masiva del control biológico en cultivos hortofrutícolas de Almería, el uso generalizado de abonos naturales en cooperativas valencianas o la adopción de técnicas de agricultura de conservación en Murcia, demuestran que otro modelo no solo es necesario, sino también posible, escalable y eficaz.

El papel de las cooperativas y la responsabilidad compartida

El futuro del sector agroalimentario está íntimamente ligado a su capacidad para adaptarse a este nuevo paradigma. Cooperativas y empresas agroalimentarias como Anecoop, por su propia estructura y su arraigo territorial, están llamadas a liderar esta transformación.

La creación del Observatorio de Sostenibilidad de Anecoop responde a esta necesidad urgente de acompañar a las cooperativas y empresas socias en su camino hacia una sostenibilidad integral, medida y accionable. El Observatorio nace como un espacio técnico y estratégico para traducir la sostenibilidad en datos útiles, acciones concretas y decisiones informadas.

Esta iniciativa no surge desde la teoría, sino desde una necesidad real detectada en el propio sector: saber dónde estamos, qué impacto generamos y cómo podemos mejorar. Frente al riesgo de convertir la sostenibilidad en un discurso vacío, el Observatorio apuesta por una metodología clara, basada en el análisis riguroso, la participación de las cooperativas y una visión de mejora continua.

Desde el Observatorio, trabajamos para acompañar a nuestras cooperativas socias en el proceso de medición, evaluación y mejora de su impacto ambiental, social y económico. Porque no se puede mejorar lo que no se mide, y no se puede decidir estratégicamente sin datos objetivos.

La sostenibilidad no puede quedarse en la comunicación o en la normativa. Debe integrarse en la gestión, en los indicadores de desempeño y en la toma de decisiones diarias. Sólo así será una ventaja competitiva real.

Alineados con la Agenda 2030

La transformación del modelo agroalimentario no es solo una necesidad interna. Está alineada con los grandes objetivos globales. La Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcan una hoja de ruta clara: erradicar el hambre, garantizar la sostenibilidad de los ecosistemas, actuar frente al cambio climático y generar empleo digno en zonas rurales.

A través de la sostenibilidad productiva, social y ambiental, las cooperativas agroalimentarias tienen una oportunidad única de liderar este cambio desde lo local, con impacto global.

Porque transformar el modelo no es una utopía: es una exigencia. Y el momento de actuar es ahora.

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Anecoop

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