La llegada del pre-invierno marca un punto de inflexión en la gestión del riego. Con temperaturas más bajas, menor evapotranspiración y suelos más fríos, el riesgo no es solo regar en exceso, sino hacerlo fuera del momento óptimo. Adaptar los programas de riego a estas condiciones permite mantener calibre y calidad, reduciendo consumo y coste energético.
La eficiencia hídrica no depende solo de ahorrar litros, sino de usar el agua con precisión: aplicar la cantidad justa, en el momento adecuado y en la zona activa de las raíces. Para ello, la estrategia pasa por pequeños ajustes técnicos que, combinados, logran grandes resultados.
1. Pulso corto y más espaciado
En otoño e invierno, el agua se mueve más lentamente en el suelo y las raíces reducen su actividad. Mantener los tiempos largos de verano solo genera encharcamiento y pérdida de oxígeno radicular. La alternativa es el riego por pulsos cortos —20 a 30 minutos— separados por intervalos amplios.
Esta práctica mejora la eficiencia hídrica al mantener la humedad del bulbo en el rango útil sin saturar. En suelos arenosos puede duplicarse el número de pulsos con menos duración, mientras que en suelos arcillosos conviene reducir la frecuencia y ampliar el intervalo entre riegos. El resultado es un perfil más equilibrado, con raíces activas y menor lixiviación de nutrientes.
2. Sectorizar por prioridad fisiológica
No todas las parcelas tienen las mismas necesidades en esta etapa. Las plantaciones jóvenes, los suelos ligeros o las variedades con cosecha tardía requieren un aporte más constante. Dividir la finca por sectores y priorizar el riego según la fisiología del cultivo concentra el caudal disponible donde tiene mayor impacto.
Este enfoque evita picos de presión, mejora la uniformidad de aplicación y asegura que cada litro de agua aporte valor productivo. Además, facilita medir la eficiencia hídrica real de cada sector mediante caudalímetros o contadores parciales.
3. Ajustar presión y caudal de los emisores
Una revisión técnica al inicio de campaña es esencial. La presión dinámica debe comprobarse al arranque y al final del turno, ya que pequeñas desviaciones reducen la uniformidad. Los goteros autocompensantes fuera de rango pierden eficacia y obligan a regar más tiempo para lograr el mismo efecto.
Se recomienda sustituir los emisores con una desviación superior al 10–15% y realizar purgas programadas en finales de línea. Mantener la red limpia garantiza que el caudal teórico coincida con el real, base para una eficiencia hídrica verificable.
4. Fertirrigación más precisa y menos concentrada
Con temperaturas bajas, la absorción de nutrientes se ralentiza. Ajustar la fertirrigación es tan importante como el riego. Conviene bajar la conductividad eléctrica objetivo (CE) y dividir las dosis en varios pulsos, evitando acumulaciones de sales.
El aporte de nitrógeno y potasio debe aplanarse, reduciendo picos, mientras que calcio y magnesio se aplican en momentos de máxima absorción. Así se mejora la nutrición sin forzar lavados, reduciendo tanto el gasto de agua como el riesgo de desequilibrios osmóticos. Este equilibrio entre nutrición y humedad es uno de los pilares de la eficiencia hídrica.
5. Sensores y umbrales de riego
La tecnología permite sustituir la intuición por datos. Instalar sondas de humedad o sensores de tensión matricial en dos profundidades (15–20 y 30–40 cm) ayuda a definir umbrales de arranque y parada:
-
Arrancar el riego cuando el estrato superior supera el déficit establecido.
-
Detenerlo cuando la humedad alcanza la zona óptima sin saturar.
Combinar esta información con la evapotranspiración real (ETc) procedente de una estación agroclimática local optimiza cada riego. Al usar datos objetivos, se incrementa la eficiencia hídrica y se reduce la variabilidad entre parcelas.
6. Manejo del suelo y conservación de humedad
El suelo es el principal depósito de agua, y su estructura determina cuánta retiene. Mejorar su capacidad de infiltración y reducir evaporación son estrategias complementarias al riego.
-
Coberturas vegetales controladas o acolchados orgánicos disminuyen la evaporación superficial.
-
En suelos compactados, un subsolado selectivo post-cosecha mejora la aireación y la penetración del agua.
-
Aportar materia orgánica o compost en dosis moderadas incrementa la capacidad de retención.
Estas acciones prolongan la permanencia del agua útil en el perfil y, por tanto, aumentan la eficiencia hídrica sin necesidad de ampliar los turnos de riego.
7. Ventanas de riego y prevención de heladas
Durante el pre-invierno, los episodios de frío intenso o lluvias obligan a ajustar el calendario. La recomendación es anticipar los riegos antes de bajadas pronunciadas de temperatura, de modo que el perfil llegue con humedad estable pero sin saturación.
En previsión de lluvias, puede aplicarse un pulso corto de fertirrigación preventiva, aprovechando la precipitación posterior como recarga. Este manejo “oportunista” evita duplicar aportes y optimiza el uso conjunto de agua de riego y lluvia.
La sincronización con el clima —más que la cantidad total aplicada— es el factor que más contribuye a la eficiencia hídrica en esta etapa.
Parámetros de control y rangos orientativos
Para evaluar la mejora, conviene registrar semanalmente los siguientes datos:
| Parámetro | Valor de referencia | Objetivo técnico |
|---|---|---|
| Uniformidad de distribución (DUlq) | ≥ 85% | Mantener calibre homogéneo |
| Tiempo de recuperación entre pulsos | +25–40% vs. verano | Evitar anoxia |
| CE del bulbo (extracto 1:2) | Estable ±0.2 dS/m | Evitar lavados excesivos |
| Profundidad activa de raíces | ≥ 35 cm | Maximizar absorción útil |
Estos valores permiten convertir la observación de campo en indicadores cuantificables de eficiencia hídrica.
Gestión de datos y trazabilidad
Registrar cada evento de riego —fecha, duración, caudal, presión y CE— permite construir una bitácora técnica que demuestra el progreso en eficiencia hídrica.
Integrar esta información en plataformas cooperativas o espacios de datos compartidos facilita comparar parcelas, establecer promedios por cultivo y justificar inversiones en sensórica o bombeo eficiente.
Además, la trazabilidad hídrica es cada vez más valorada en certificaciones de sostenibilidad y en mercados que exigen transparencia en el uso de recursos naturales.
Beneficios medibles
Aplicar estos siete ajustes no solo reduce el consumo de agua. Los resultados observados en cooperativas que implementan planes de eficiencia hídrica son consistentes:
-
Ahorro de entre un 15% y un 25% de agua por campaña.
-
Reducción del consumo energético por menor tiempo de bombeo.
-
Disminución de lixiviación y lavado de nutrientes.
-
Mejora del calibre medio y uniformidad del fruto.
-
Menor estrés hídrico en etapas críticas de floración y engorde.
-
Mayor estabilidad en la humedad del bulbo, reduciendo incidencias radiculares.
Cada punto porcentual de eficiencia ganada equivale a miles de litros ahorrados sin comprometer producción ni calidad comercial.
Optimizar el riego en pre-invierno no es una cuestión de suerte, sino de método. Con pulsos cortos, control de presión, fertirrigación ajustada, sensórica calibrada y manejo del suelo, las cooperativas pueden lograr una eficiencia hídrica sostenible, verificable y rentable.
El agua seguirá siendo un recurso limitado, pero la información y la técnica permiten que cada gota cuente. La eficiencia hídrica, más que una medida de ahorro, es hoy un indicador de competitividad y compromiso ambiental del sector agroalimentario.





